
Muchos de ellos tenían hocicos redondeados en vez de los puntiagudos con los que asociamos a los tiburones de la actualidad; tenían cerebros más pequeños y sus dientes eran suaves, en vez de afilados o serrados como los que típicamente observamos hoy en día en los tiburones modernos. Sus aletas eran menos flexibles y maniobrables y, posiblemente, los tiburones de la antigüedad eran menos ágiles que sus primos modernos.
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